AURORA

Aurora llevaba días sin salir de casa . El encierro se había convertido
en su mejor aliado. No necesitaba mucho, quizá lo que añoraba, no estaba entre los utensilios de la casa. La cama se había convertido en su cómplice. Su cocina: la mayor de las batallas. Un pasillo estrecho comunicaba su habitación con unas escaleras de madera. Antes, para ella,
eran el camino de la huida, de sus risas...ahora pertenecian al pasado.
Seguía en la cama, sintiendo el abandono y la soledad, refugiada entre las sábanas de algodón que le había regalado su madre.
El muñeco de peluche era su único compañero.
En la mesilla de noche, un vaso de agua que lentamente se iba consumiendo...al igual que ella. No quería ver ni escuchar, sólo estar en silencio, en una especie de letargo, fundiendo la tristeza en la almohada y ahogando los pensamientos en el nudo de su garganta.
Fuera, en la calle, la esperaba una nueva vida que aún no conocía.

Tenía que pasar el duro trance sin caer en su propio tunel.

Rosa Fdez. Salanova